Letras y palabras
siempre serán parafraseadas, pero los hechos difícilmente podrán mostrar algo
que en verdad no son. En más de una vez ya he comprobado que las palabras solo
son el eco de lo que se quiere decir, pero los hechos siempre describen lo que son
en realidad.
Quizá por eso nunca me han gustado las promesas, siempre vienen con ese olor a decepción, y sabor a desilusión, pero como le gusta al ser humano prometer, y peor aún jurar en el tiempo. Estoy convencida de que en la vida nada está seguro ni siquiera el hecho de morir, se supone que un día moriremos, pero no sabemos cuándo, cómo, ni dónde; entonces, para que jugar a lo eterno y más cuando de amor se trata, si el tiempo no descansa en nuestras manos…Dios me ha enseñado que sus palabras no tienen fecha de expiración, y que sus promesas son fieles, porque en sus manos está el tiempo infinito; he entendido que no soy quien para prometer algo a alguien, cuando ni a mí misma me pertenezco. La mente del hombre que no conoce a Dios, de cierto está incompleta por mucha ciencia que posea y es hueca en sí misma, más los que en él creemos heredamos su mente, por eso no pensamos ni sentimos las cosas de igual forma que este mundo. Dios nos hace diferentes, pues aunque estamos en el mundo, no somos del mundo, nuestra ciudadanía es del Reino del Todopoderoso, aunque nos tilden de locos, y tal vez lo seamos por estar de acuerdo con Dios y en desacuerdo con el mundo que lo niega. Esta verdad que resuena a fantasía, no la elegí yo, sino Dios la eligió para mí, me libro de una mente reprobada con la que por mucho tiempo viví, para darme una mente libre con la luz de su verdad, y transformó mi vida desde que decidí creer y recibirle... La filosofía humana no percibe lo injustificable, y abarata sus razones en teorías demostrablemente absurdas. La razón, la lógica y el pensamiento, no es contraria de la fe, sino que la fe complementa a estas tres. Hay gente que suele decir que los que creemos en Dios, un ser no tangible en esta tierra, estamos locos, o nos han lavado el cerebro. Lo que muchos no entienden, es que para tener fe, se necesita tener conocimiento pleno de una verdad absoluta y no relativa, tener no una sino miles de razones para creer, estar convencido no solo por lógica sino con firmeza de pensamiento en lo que nos inspira, y Dios logra esa perfecta obra en cada uno de los que necesitamos de Él. Antes de ver a Dios como esa realidad absoluta en mi vida, solía divagar en un pensamiento humano limitado de la vida, no veía ni entendía más allá de lo que me rodeaba, nada me satisfacía por completo, mi vida estaba como un cabo suelto, y hasta llegué a cuestionar mi existencia, pensando que tal vez no debí haber venido a este mundo de “complicaciones” en donde me sentía como pez fuera del agua…Más ahora que Dios me ha mostrado la verdad que por fe creo, he encontrado mi identidad como hija suya, el propósito de mi vida y la razón de todos mis días, de los cuales no me arrepiento de haber vivido, porque muchas cosas he aprendido, aun en mis tantos errores. Aunque a la verdad comprender la vida es tarea infinita, he aprendido a lidiar con los misterios y a creer en los milagros, no por obra, sino por gracia. Me basta la gracia de Dios que me mantiene viva, el tiempo que me da oportunidades, y el amor que me llena el corazón. Creo sin duda que si Dios murió por mi vida, lo más hermoso que podría yo hacer con ella es dedicársela. Dedicársela en obediencia, que es la expresión más noble del amor, en hacer lo bueno, y reconocer cuando hago lo malo. Por eso ahora todo lo que escriba, hable o diga sustenta la fe que tengo en el Dios que me creó con un propósito, y que cree en mí aun a pesar de mis errores.
Quizá por eso nunca me han gustado las promesas, siempre vienen con ese olor a decepción, y sabor a desilusión, pero como le gusta al ser humano prometer, y peor aún jurar en el tiempo. Estoy convencida de que en la vida nada está seguro ni siquiera el hecho de morir, se supone que un día moriremos, pero no sabemos cuándo, cómo, ni dónde; entonces, para que jugar a lo eterno y más cuando de amor se trata, si el tiempo no descansa en nuestras manos…Dios me ha enseñado que sus palabras no tienen fecha de expiración, y que sus promesas son fieles, porque en sus manos está el tiempo infinito; he entendido que no soy quien para prometer algo a alguien, cuando ni a mí misma me pertenezco. La mente del hombre que no conoce a Dios, de cierto está incompleta por mucha ciencia que posea y es hueca en sí misma, más los que en él creemos heredamos su mente, por eso no pensamos ni sentimos las cosas de igual forma que este mundo. Dios nos hace diferentes, pues aunque estamos en el mundo, no somos del mundo, nuestra ciudadanía es del Reino del Todopoderoso, aunque nos tilden de locos, y tal vez lo seamos por estar de acuerdo con Dios y en desacuerdo con el mundo que lo niega. Esta verdad que resuena a fantasía, no la elegí yo, sino Dios la eligió para mí, me libro de una mente reprobada con la que por mucho tiempo viví, para darme una mente libre con la luz de su verdad, y transformó mi vida desde que decidí creer y recibirle... La filosofía humana no percibe lo injustificable, y abarata sus razones en teorías demostrablemente absurdas. La razón, la lógica y el pensamiento, no es contraria de la fe, sino que la fe complementa a estas tres. Hay gente que suele decir que los que creemos en Dios, un ser no tangible en esta tierra, estamos locos, o nos han lavado el cerebro. Lo que muchos no entienden, es que para tener fe, se necesita tener conocimiento pleno de una verdad absoluta y no relativa, tener no una sino miles de razones para creer, estar convencido no solo por lógica sino con firmeza de pensamiento en lo que nos inspira, y Dios logra esa perfecta obra en cada uno de los que necesitamos de Él. Antes de ver a Dios como esa realidad absoluta en mi vida, solía divagar en un pensamiento humano limitado de la vida, no veía ni entendía más allá de lo que me rodeaba, nada me satisfacía por completo, mi vida estaba como un cabo suelto, y hasta llegué a cuestionar mi existencia, pensando que tal vez no debí haber venido a este mundo de “complicaciones” en donde me sentía como pez fuera del agua…Más ahora que Dios me ha mostrado la verdad que por fe creo, he encontrado mi identidad como hija suya, el propósito de mi vida y la razón de todos mis días, de los cuales no me arrepiento de haber vivido, porque muchas cosas he aprendido, aun en mis tantos errores. Aunque a la verdad comprender la vida es tarea infinita, he aprendido a lidiar con los misterios y a creer en los milagros, no por obra, sino por gracia. Me basta la gracia de Dios que me mantiene viva, el tiempo que me da oportunidades, y el amor que me llena el corazón. Creo sin duda que si Dios murió por mi vida, lo más hermoso que podría yo hacer con ella es dedicársela. Dedicársela en obediencia, que es la expresión más noble del amor, en hacer lo bueno, y reconocer cuando hago lo malo. Por eso ahora todo lo que escriba, hable o diga sustenta la fe que tengo en el Dios que me creó con un propósito, y que cree en mí aun a pesar de mis errores.
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