Dicen que el chisme muere cuando llega a oídos inteligentes, es verdad, pues en ese momento se termina el teléfono malogrado. Los chismes son desastrosos, pueden causar muchos resentimientos y conflictos.
El sabio rey Salomón dijo: «Las palabras de un chismoso son como pequeños bocados y entran hasta las partes más recónditas de nuestro cuerpo. Tanto el chismoso como la desafortunada víctima salen lastimados por estos «pequeños bocados».
A continuación, compartiremos dos fábulas cortas que contienen valiosas lecciones, para comprender porque debemos evitar esparcir rumores o involucrarnos en asuntos que no nos incumben.
La Fábula de los Tres Filtros
Un día alguien fue a hablarle al gran sabio, y le dijo:
¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?
Un momento –respondió el sabio– antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba: la de los Tres Filtros.
¿Los Tres Filtros?
Sí, –continuó el sabio– antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno tomar el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo la prueba de los Tres Filtros. El primer Filtro es LA VERDAD. ¿Has comprobado si lo que me dices es verdad?
No… solo sé lo que he oído hablar…
Muy bien, así que no sabes si es la verdad. Continuamos con el segundo filtro, el de LA BONDAD. ¿Lo que quieres decir sobre mi amigo, es algo bueno?
Ah no! ¡Por el contrario!
Entonces,–continuó el sabio– quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de su veracidad. Tal vez aún puedes pasar la prueba, sigue estando el tercer filtro, el de LA UTILIDAD. ¿Es útil que yo sepa lo que me vienes a contar de mi amigo?
No, no mucho.
Entonces –concluyó el sabio– si lo que quieres contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil, ¿por qué quieres contármelo?
Los Chismosos
Existe una historia de una mujer en Inglaterra quien llegó hasta su párroco con la conciencia atormentada. El párroco la conocía como una habitual chismosa, ella calumniaba a casi todo el mundo en el pueblo.
–¿Cómo puedo hacer para cambiar?, suplicó. El párroco replicó:
–Si usted quiere tener paz en su conciencia, tome un saco de plumas de ganso y ponga una pluma en la entrada de cada casa de las personas que ha difamado.
Después de cumplir con el pedido, volvió al párroco y le preguntó:
–¿Eso es todo?
–No -dijo el sabio anciano ministro- ahora debe recoger cada pluma y traérmelas a mi.
Luego de largo tiempo, la mujer volvió sin una sola pluma.
–El viento las esparció todas, dijo ella.
–Buena mujer -replicó el párroco- así es con los chismes. Las palabras hirientes se arrojan con facilidad, pero nunca podemos volver a recogerlas.
Los chismes pueden perjudicar a quien no lo merece, así que, si alguien te cuenta un chisme, y no estás seguro de su veracidad, lo más sensato sería detener la cadena de desinformación y no divulgar nada. Hay gente chismosa, es cierto, pero para actuar necesitan unos oídos que le presten atención. Y no serán los tuyos…
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