Dios es el único que puede saciar la sed de infinito que tenemos cada uno en el corazón. Amarlo profundamente es la mejor meta que podremos plantearnos
Enamorarse es bellísimo. La emoción que dan los primeros encuentros con el ser amado es inigualable. La primera vez que tomas a esa persona de la mano es casi eléctrica. Inicias un camino que promete siempre fuegos artificiales.
Todo el día piensas en esa persona, y procuras tener los mayores detalles posibles para hacerle sentir tu amor.
Enamorarse de otra persona, es increíble. Pero… ¿enamorarse de Dios?
¿Cómo enamorarnos de un Dios al que no vemos, que no podemos abrazar, que no podemos mirar a los ojos?
¿Se puede conseguir este estado de alteración emocional con Dios? o ¿a qué tipo de enamoramiento divino puede acceder un ser humano?
Que nos lo cuenten quienes lo han vivido!
Veamos qué dicen los santos, hombres y mujeres que han superado su vida terrena y que partieron a la casa del Padre. Tal vez en sus escritos y experiencias encontremos una respuesta satisfactoria.
Jesús es lo único que llena mi corazón: Agustín
Agustín murió siendo obispo de la ciudad de Hipona, en África. Antes fue sacerdote, y monje, dedicado enteramente a la oración y al estudio de las Escrituras ¡Claro!, me dirás, ¡un religioso!, ¡cómo no se enamoraría de Dios! No te equivoques, él no fue solo eso.
Tiempo atrás de entregarse a Dios, Agustín compartió su vida durante 14 años con una mujer, que le dio un hijo: Adeodato. Aún antes, tuvo varias amantes, de las que creyó enamorarse. Era un joven inquieto, curioso y que disfrutaba aprender y retarse constantemente. Como era muy listo y agradable, tuvo gran éxito en todos los ámbitos, sin embargo, no era feliz.
Su corazón buscaba paz, pero tardó en hallarla. Buscó sin descanso en la filosofía, en doctrinas esotéricas y en los excesos, saciar su sed de trascendencia sin lograrlo.
Un día, en su casa, escuchó la voz de un niño que le decía con voz fuerte: «Toma y lee». Tomó la Biblia, y leyó una carta de San Pablo, y su corazón recibió una paz que no había conocido antes. Esto ocurrió hasta después de sus 40 años.
Como ves, él vivió el amor carnal, el amor paternal, el amor de sus amigos y el reconocimiento social, pero nada lo llenaba. «Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón no descansará hasta regresar a Ti», es otra reflexión que comparte en un libro suyo, las Confesiones.
Jesús es tan real como yo: Carlo Acutis
Carlo Acutis, joven italiano, murió en 2006 por una leucemia fulminante cuando tenía 16 años. Este chico, se tomó en serio a Jesús. Cuando tenía 6 o 7 años, le pidió a su madre que lo llevara a hacer su «primera comunión», para encontrarse con Cristo, a quien ansiaba recibir.
Ella, que no asistía con frecuencia a misa, se sobresaltó por esta petición de su hijo, pero lo llevó a la catequesis para que pudiera recibir el sacramento. Este pequeñito, a partir de entonces, demostró su gran fe. En Cristo veía un gran amigo, y quería asistir a la eucaristía diariamente. Él decía que recibir a Jesús en su corazón era «su autopista hacia el cielo»
Le pidió a sus padres viajar a los cinco lugares de Europa donde hay milagros eucarísticos (aquellos en los que se ha encontrado que la hostia consagrada tiene sangre, o carne humana, lo que demuestra la verdadera presencia de Jesús en el sacramento). Carlo tomaba fotografías y promovía en redes sociales estos lugares santos.
Este joven, que siempre había tenido buena salud, presentó un día una fiebre repentina. Le hicieron unas pruebas, que demostraron que sufría de una leucemia fulminante. Ingresó al hospital y falleció a los tres días.
Maruja era la mayor de seis hermanos. Se casó a los 21 años, y tuvo tres hijos, y de un día para otro, tuvo que salir adelante con ellos, pues su esposo los abandonó. Esto le costó bastante, pues antes de ello, se había dedicado por completo al hogar. A partir de ese momento, regresó al mundo laboral dando clases de inglés a extranjeros, mientras se preparaba académicamente para enfrentar su vida con la mayor dignidad.
En los duros momentos que vivió luego de su separación, se acercó mucho a Jesús, orando constantemente. Decidió reforzar su deseo de ser fiel a su marido, a pesar de que decidiera dejarlos. Creó una comunidad para apoyar mujeres solas como ella, y hacer patente la necesidad de la unión familiar.
Siempre inculcó en sus hijos el valor de esta institución y la hermosura del vínculo matrimonial: uno con una para siempre. Impulsó a sus tres hijos a formar familias unidas y siempre cercanas a Dios.
Amaba la música clásica, la lectura y la filosofía. Trató de que su hogar fuera siempre cálido, recibiendo con cariño a los amigos de sus hijos, a quienes consideró como otros hijos. Cuando supo que estaba enferma de cáncer, dedicó cada día a acercar a los que vivían con ella más a Cristo, a quien ansiaba abrazar después de morir.
Enamorarse de Dios, es posible, y emocionante
Hemos compartido el testimonio de tres personas, pero existe un número ilimitado de vidas ejemplares de personas que han decidido tomarse en serio a Jesús en su vida, y han decidido amarlo sobre todas las cosas -como nos piden los mandamientos.
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